Kiyoshi Yamazaki: ¿Esto
es como me debería sentir? ¡No sé cómo un padre se debería sentir! Pera sí sé
que mi familia está siendo destruida.
¿Alguna
vez te han golpeado en la cabeza? Esa frase hace parte de la película del 2001 de Takashi Miike, Bijitâ Q también conocida como Visitor Q, un golpe directamente a la cabeza y los sentidos el cuál
durante gran parte de la película te hará cuestionarte el por qué la estás
viendo.
Takashi
Miike, es
el prolífico director japonés cuya filmografía está llena de películas de
acción, violentas, dramáticas y algunas que rayan el mal gusto y lo bizarro
como lo es su Bijitâ Q,
película que hace parte de una compilación llamada Cine de Amor, en donde cineastas independientes editaron sus trabajos
para ser lanzadas directamente en vídeo digital, esto como punto para demostrar
las ventajas de este tipo de formato, algo que sin duda Miike supo aprovechar
ya que con las limitaciones que presentaba a la hora de dirigir esta película
pudo darle a la cinta una sensación de documental y algo de realismo con el
cual logró aumentar mucho el nivel de incomodidad que uno como espectador
siente al enfrentarse a una película como esta.
A primera vista pueda que esta historia, que viene
firmada por Itaru Era, parezca un
poco simple y llena de sinsentidos, pero en su interior, debajo de todos esos
momentos bizarros, violentos y macabros se esconde un sátira a las familias
japonesas, la sociedad del país del sol naciente y a su sed de morbo, violencia
y sexo que no estamos acostumbrados a aceptar. Bijitâ Q nos narra la vida de una familia japonesa compuesta
por un reportero televisivo, que cayó en el olvido profesional tras haber sido
atacado por jóvenes pandilleros (quienes lo violaron con el micrófono y
grabaron toda la escena en una cámara), y trata de realizar un documental
acerca de la violencia juvenil y el sexo, su esposa adicta a las drogas y que
sufre violentos golpes por parte de su hijo, quien a su vez es víctima de bullying por compañeros de colegio. Pero
a la vida de esta peculiar familia llega un misterioso extraño, denominado “Q”,
quien se integra con cada uno de los integrantes, afectando notablemente en la
forma de ser de cada uno de ellos.
En esta problemática y pervertida familia que lleva
a otro nivel el significado de familia disfuncional la moralidad y el respeto
no tiene cabida, el padre, es un tipo que busca documentar la violencia juvenil
y para eso mantiene relaciones sexuales con su hija, con tal de llevar su
estudio a otro nivel, la cual se prostituye por un poco dinero, y observa a su
hijo siendo abusado y humillado por sus propios compañeros de clase, el hijo
canaliza toda esa violencia de la que ha sido víctima hacia su pobre madre,
quien siente un terrible pánico cuando lo ve acercarse y ésta por su parte
mantiene relaciones extramatrimoniales con tal de poder costear su adicción a
la heroína, todo eso hace parte de la monótona y rutinaria vida de los
Yamazaki, una familia que en apariencias puede ser la típica familia japonesa. Los
cambios en la rutina de esta peculiar familia vienen precedidos por la llegada
de un integrante que funciona como catalizador de las más bajas y oscuras perversiones
de los integrantes. Con esta historia tanto Itaru como Takashi nos pone a
prueba para ver cuán capaz somos de soportar semejante bizarrada.
La historia toca temas tabús en toda regla que para
algunas personas, quizás, son difíciles de soportar y digerir, y la misma
historia va subiendo de nivel a medida que se va desenvolviendo los
acontecimientos, pasando de lo bizarro, al mal gusto, llegando a incomodar
hasta al más experimentado de los cinéfilos. Itaru no conoce de límites, y hace
equipo con uno de los directores más controvertidos de la actualidad para
llevar a la pantalla temas como el incesto, lo escatológico y la necrofilia,
todo esto llevándolo a un subtexto satirizando mucho su propia sociedad, usando
los personajes típicos que integran cualquier familia nipona.
Takashi
Miike es un
director que no conoce límites, un director que no se retrae al mostrar lo que
quiere de la forma como lo quiere, y a pesar de lo que puede significar a su
carrera se ha logrado ganar el aprecio y la admiración no sólo de muchos
cinéfilos alrededor del mundo sino también de sus colegas, es un director que a pesar de sus extravagancias, es muy versátil
y se desenvuelve de muy buena forma en cualquier género, pero que en lo bizarro
difícilmente puede encontrar competencia. Todo ese potencial lo demuestra en Bijitâ Q, una película que lleva
la indiscutible marca de Takashi Miike.
Como una mezcla de Pier Paolo Pasolini y John
Waters, así fácilmente se puede describir esta película, claro sin dejar a
un lado el toque que Takashi Miike
le da a sus películas. El formato en que esta película está grabada le da un
toque trash y sucio a la cinta como
el más puro Waters mientras que en al extravaganza sexual rememora a Pasolini, y
las bizarradas son 100% Miike, un director, que como lo dije anteriormente, no
conoce los límites ni mucho menos la palabra censura. Es un total acierto el
formato de la película, la edición, la pobre iluminación y los movimientos de
cámara bruscos dan una sensación de estar viendo algo que realmente puede
ocurrir, le da una sensación de realismo que logra que el impacto de la
película sea el doble. Bijitâ Q,
logra sacarte de la zona de confort, te descoloca, a la vez que te hace
cuestionarte sobre lo que se está viendo.
Bijitâ
Q es una
película que no acepta término medio, bizarra y surrealista como pocas, con un
toque de humor negro que no desentona ni con la estética ni mucho menos la
película pero que hace que esta cinta sea de amar u odiar, es muy difícil sentir
indiferencia con esta película y más cuando el director se empeña a cada
momento de hacerte sentir incomodo sin ni siquiera esforzarse, logrando que
todos los eventos y acciones de los personajes fluyan de una manera natural.
Aun cuando puede rayar lo desagradable, la línea
del mal gusto y la depravación, esta película de Takashi Miike es interesante de ver (dentro del propio contexto en
que nos la presenta), y no sólo por las escenas o las situaciones que nos muestra
sino para entender un poco la visión de este interesante director, quien
demuestra que no es necesario hacer una película “seria” para poder realizar
una crítica sobre la sociedad, sin importarle llegar a lo extremo, dejando a un
lado la sutileza y sintiéndolo como un golpe directo a la cabeza.
Calificación: 6/10
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